Capítulo VIII (Parte III)

Haïass III, Reina de las Sombras




Cuando nos ven llegar a la ciudad, dos de los guardias nos abren el pesado portón, y Juanjo y yo entramos en Des-Lorth, la ciudad del Señor de las Llamas.

-Me gustaría enseñaros algo-digo, aunque sin mirarle.

El hombre asiente el silencio y se limita a seguirme por las estrechas calles de la fortaleza. Muchos de los habitantes, humanos y elfos, se asoman a las ventanas de sus casas e inclinan la cabeza en señal de respeto, pero apenas me fijo en ellos. En este momento no es mi pueblo lo que realmente me interesa.

Caminamos apretando el paso hasta la plaza central, donde se sitúa nuestro lugar de oración, un edificio de tres plantas bellamente adornado con capiteles y estatuas que representan a nuestro Dios y a sus divinidades, así como a sus hijos y aliados.

-Ésta es la casa de Nuestro Señor, Juanjo.

Le lanzo una sonrisa triunfal al arzobispo, mientras sus labios se tuercen en señal de desagrado.

-¿No es de vuestro agrado?-inquiero, tratando de disimular mi desencanto, frunciendo las cejas y apretando el báculo con fuerza, mientras la sangre hierve en mis venas. No puedo soportar que un humano, que es inferior a mi raza, no venere la Casa de Ressessh-¿No os gusta?

-Es… -sus mejillas enrojecen, creo que es de furia, y frunce las cejas, mientras vuelve hacia mí sus ojos de hielo inyectados en sangre-… Es completamente herético, Mi Señora. Es mi deber, como soldado de Cristo, censurar esta casa.

Otra vez esa palabra. Herético.

-Ha de arder, Mi Señora. De inmediato.

-Puedes acabar en la mazmorra más subterránea y apestosa de la Torre de Nigromancia, hombre insolente, por tus necias palabras. Tú eres el que puedes arder, y así libraré mi pueblo de tu oscura presencia. Estás en mi Reino, y, por tanto, has de obedecer mis órdenes.

-Yo sólo estoy al servicio de Mi Verdadero Señor, bruja-dice duramente, y sus ojos lanzan chispas.

-Hicimos un pacto, ¿lo recuerdas?-contraataco.

-Hicimos un pacto, sí, que en cualquier momento puedo dejar de cumplir. No puedes atarme a tu persona con unas simples muestras de magia. Nadie puede atarme, porque los soldados de Cristo nacimos libres, y libres seremos siempre.

-Lo que tú llamas “simples muestras de magia” pueden matarte, mi querido Juanjo-digo, sonriendo y soltando una carcajada.

-Sin duda vuestra alma débil y pecadora está en poder de un demonio, Mi Señora, pues vuestras palabras bien se merecen la hoguera o algún tormento mucho peor.

Alzo la cabeza altivamente, intentando parecer más alta, pero con Juanjo no funciona, ya que es un hombre increíblemente alto y me saca media cabeza.

Resoplo furiosamente, y la punta del báculo reluce con un brillo azulado, lanzando chispas. Unas pocas palabras en el idioma de la magia bastan, y al instante comienza a manar sangre de la nariz del hombre, y se retuerce, gimiendo de dolor.

Sonrío desde mis quince centímetros más abajo, mientras las mangas de la túnica del mortal se tiñen de granate, y la sangre resbala por su barbilla y su cuello.

-¿Te atreves ahora a decir que soy una bruja, hombre?-inquiero, soltando una carcajada-¿Te atreves?

Se retuerce de dolor, cayendo de rodillas al suelo frente a la Casa de Ressessh, mientras la sangre gotea desde su rostro y cae sobre el charco que comienza a formarse en el empedrado de la calle.

-Bru… Bruja-repite, alzando la mirada, suplicante, mientras la sangre brota de las comisuras de sus labios-Bruja… arderás en el Infierno, y nadie podrá salvarte… ni siquiera tu falso dios-una carcajada estridente brota de su garganta, y sus ojos helados inyectados en sangre giran enloquecidos de un lado a otro.

Desenvaino la espada con fiereza, a la vez que detengo la tortura, y la mortecina y enfermiza luz solar se refleja en la hoja, destellando débilmente. Juanjo apoya las manos en el suelo, mientras se limpia la sangre del rostro con la manga de la túnica, alzando lentamente la cabeza y respirando con dificultad.

Poso el frío acero de Hessedarth sobre el desnudo cuello del hombre, sonriendo.

-¿Sabes por qué te he salvado la vida?-inquiero.

-No me has salvado-responde, levantándose con dificultad y sacudiéndose las manos en las rodillas-Simplemente has tratado de matarme. ¿Así es como se rige tu Reino, mujer? ¿Así es como tratas a tu pueblo? ¿Les arruinas la vida en esa Torre y luego, cuando por fin detienes la cruel tortura a la cual les sometes les dices que les has salvado la vida? ¡¿Es acaso así como lo haces?!-se yergue en su máxima altura, acercando su rostro al mío-¡¡Respóndeme!!

Tomo aire lentamente, luchando en mi fuero interno contra el deseo de torturarle hasta la Eternidad. Abro los ojos y le lanzo una mirada gélida, pero sigo sin estar completamente a su altura.

-No eres el más indicado para preguntar, Juanjo-digo finalmente, con voz suave-Dime, ¿cuántos hombres has matado a lo largo de tu mísera existencia? Has de saber que nadie podrá derrocarme y que mi Reino vivirá por siempre, pues nosotros somos inmortales y regiremos la propia Eternidad si hace falta, algo que tú, ni siquiera tus nietos o los nietos de tus nietos llegarán a ver, mortal.

Vuelve bruscamente la mirada y no responde, fijando la vista en las puertas de la Casa de Ressessh, dos enormes hojas de madera oscura y fuerte, que serían capaces de resistir el más brutal asedio.

-La Casa de Satanás arderá pronto, Mi Señora-susurra al pasar junto a mí.

Sin volver la mirada avanza a pasos firmes y agigantados calle abajo, y al doblar la esquina desaparece al fin de mi vista. No hago ademán de seguirle, y ni siquiera le dedico una última mirada; un hombre así no merece mi respeto.

3 comentarios:

  1. cADA QUIEN DEFIENDE SUS CREENCIAS CON TODO EL PODER QUE POSEE... PERO AUNQUE LO LAMENTE YO, ELLA SOLO JUEGA, MIENTRAS QUE EL ES MAS GUERRERO DE SUS PROPIAS CREENCIAS...

    PERO AÚN ASI... SOY TU SEGUIDORA MI SEÑORA... BRUJA O NO...

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  2. NO TARDES, PORQUE LUEGO ME PIERDO DEL HILO DE LA HISTORIA... POR FA????

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  3. A partir de este fragmento, la historia aún no está muy hilvanada, por lo que quizá tarde un poco en publicar el segundo capítulo :-(

    La Reina es un ente sensible, en el fondo, aunque para regir un reino como el que ella posee le haga falta envolverse bien en su coraza de hielo y sangre y aparentar lo que no es.
    Juanjo, al ser un hombre procedente de la Edad Media, es más creyente (ferviente, incluso), ya que en la época en la que vive la religión es el centro de la vida cotidiana. Además, siendo arzobispo en la Tierra... lo considero normal.

    Gracias de todo corazón por seguirme en este Cruzada tan complicada que he comenzado. ¡Un beso enorme! :-)

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