Prólogo (Parte I)

Existió una vez un hombre al que le gustaba relatar y escribir la Historia. Sus palabras y sus escritos versaban hacia un sentimiento que los humanos denominan "fe", que provoca milagros y buenas obras tanto como guerras y muertes.

Elogiaba y ansalzaba con sus versos a un dios inexistente, padre de los Hombres y Señor de sus actos y voluntades, así como a un mortal que era su Hijo y que murió para salvarlos a todos ellos.

Hospitalario decía llamarse aquel hombre estudioso del paso del Tiempo, y Hospitalario decía ser tras haber quemado uno de nuestros santuarios... Sin duda fue la fe que describían sus libros lo que hizo crecer en su interior el ardor de la Ira y prendió la brea que destruiría la Casa de Ressessh.

Humanos... ilusas y débiles criaturas forjadas a base de rencores y malos sentimientos, fraguados en las Calderas del subsuelo a manos de un inexperto alquimista. Débiles y a la vez sádicos entes causantes de dolor, destrucción y Muerte. Frágiles cuerpos atrapados en las insondables Arenas del Tiempo.

Existió una vez un hombre que amaba la Historia, y, sin embargo, no pudo relatar la suya.