Capítulo I (Parte I)

Don Juanjo de Arenza


Año 1330; plena Edad Media en la Tierra...


Roma, Estados Papales.


Ésta es otra de esas mañanas lluviosas que parecen no tener fin. Me encuentro tumbado en la cama, mirando a través de la ventana cómo cae el agua. Me dedico a invocar fantasmas del pasado, de las (ahora) lejanas jornadas que pasé en Oriente, al servicio de los Caballeros del Hospital de San Juan, y, sobre todo, de mi hogar de la infancia, en Castilla, mi tierra...
Suspirando, bajo de la cama y me coloco la sotana, me ciño el cinto, y, por último, me ajusto la mitra. No es tiempo de pensar en el pasado, por lo que procuro apartar esas visiones de mi ejetreada mente.
Oigo tres golpes pesados en la puerta, y pienso en Diego, uno de mis capitanes, y abro la puerta.
En efecto, es él. Se inclina y se dirige a mí:
-Padre Juanjo, el Colegio Cardenalicio le reclama.
Salgo con soltura de la habitación y recorremos juntos los sinuosos pasillos hasta llegar a una amplia antesala, en la que nos espera un destacamento de la guardia suiza.
Uno de ellos me explica que van a acompañarme hasta la sala Papal. Todo esto es un poco extraño, y siento un ligero cosquilleo en el estómago, como si tuviera mariposas revoloteando dentro. Estoy nervioso, pero procuro mantener la compostura y permanecer tranquilo.
Al llegar a la sala, el destacamento da media vuelta y desaparece tras la esquina. Yo entro con Diego. Sin embargo, el Papa le hace una señal, y el capitán sale de la sala.
Observo con atención la sala en la que me encuentro; pocas veces me conceden en honor de entrar en ella. Aún así, cuantas más veces entro en ella más veces elevo la mirada y contemplo su belleza, su inmensidad y su pureza.
Los arcos parten de elegantes y trabajadas columnas, uniéndose en la clave de bóveda, varios metros por encima de mí, formando una conpleja y grácil estructura que me recuerda a la ligera estructura ósea de las aves, que vuelan por encima de las nubes, rayando en Sol con las alas.

Fuera llueve, y el cielo está encapotado y gris, y oigo las gotas repiquetear contra los cristales coloreados de las vidrieras. Sin embargo, esto no le quita belleza. El mármol blanco reluce en suelos, columnas y techo.
Me acerco a la mesa, donde se encuentra el Santo Padre, e inclino la cabeza en señal de respeto esperando su permiso para tomar asiento.
-Bien, veo que habéis venido-hace un gesto con la mano para que tome asiento frente a él, en una silla de respaldo alto y de madera oscura, finamente tallada.
Después de acomodarme, prosigue con su discurso:
-No hace más de una semana que nuestros altos inquisidores han descubierto una pequeña puerta en la recién conquistada Sicilia. Curiosamente, esa puerta conduce lo que parece ser otro lugar completamente ajeno a la Tierra que Dios nos ha concedido en su benevolencia, concretamente a una isla desconocida de la cual no tenemos cuenta en nuestros archivos. He decidido explorar ese lugar, y para ese trabajo os designo a vos. Recoged vuestro equipo militar y estaos presente a las tres de la tarde en la Plaza de San Pedro.
Me inclino, doy media vuelta y salgo de la estancia.


Diego espera fuera de la sala, con el ceño fruncido y visibles muestras de inquietud. Sus ojos se mueven vivaces de un lado a otro, sin fijar la mirada en ningún lugar concreto.
-Señor, ¿puedo saber por qué os llamaron?-pregunta al fin con voz entrecortada, retorciéndose las manos.
-Ensilla los caballos, Diego, con el equipo militar-respondo brevemente, sin apenas dirigirle una mirada.
El capitán encuentra oportuno no hacer más preguntas, y, silencioso, me sigue de regreso a mi habitación, mientras en el exterior la lluvia arrecia y golpea las ventanas con fuerza; el eco resuena en los lúgubres pasillos e inusitadamente vacíos.

Ya de nuevo en mis aposentos, me desvisto y dispongo mi nueva vestimenta, mientras Diego hace otro tanto en su dormitorio.
Mientras me pongo los faldones pienso en la repercusión de este acto, en si realmente quiero volver a luchar. Pienso en el putrefacto olor de la batalla, en los hombres que maté, pero me quito todos esos pájaros de la cabeza cuando pienso en que mi deber de obispo es cumplir la voluntad del Papa.
Cuando por fin estoy listo, Diego aparece.
-Los caballos ya están listos, Señor. Tome-me alcanza la maza, que me ciño al cinto; ya no recordaba la pesadez de este arma.
Por último me coloco el yelmo, con el que casi no veo nada, pero pronto me acostumbro a esa incierta oscuridad y me acerco al altillo, donde cojo el escudo con la heráldica de mi familia y también los signos papales y los de un alto cardenal.

Rápidamente salimos al patio y montamos en los caballos.
Ha dejado de llover, y el Sol se deja entrever tímidamente entre los jirones grises que quedan de las nubes. La luz se ve reflejada en los charcos del suelo, arrancándole destellos irisados al agua.
Nos abren el portón y nos dirigimos a la Plaza de San Pedro, donde nos aguarda la escolta: unos cuarenta o cincuenta hombres, imagino, que son los necesarios para una exploración.
Al llegar a la plaza me quedo boquiabierto; allí está desplegado el mayor ejército que creo haber visto en mi vida.
Los primeros a los que diviso son los clérigos de guerra, mi guardia personal. Más adelante se despliega el poder del Sacro Imperio Romano, un destacamento de caballeros Teutónicos; en tercera fila, estimo al menos cuatrocientos hombres de armas, doscientos lanceros y unos ciento cincuenta arqueros.

Lo último que diviso me llena interiormente de una sensación maravillosa; creo que es el patriotismo, pero no lo puedo asegurar: la mayor orden de caballería de Castilla, mi tierra, es la de los Caballeros Hospitalarios de San Juan, que allí estaban, férreos ante la llamada de la Iglesia.
Por si no fuera poco, a través de las puertas abiertas de la plaza se ve llegar un caudal de sargentos acorazados que portan la Gran Cruz.

11 comentarios:

  1. Dos cosas, primero, Disculmas parcialmente aceptadas.

    Y la segunda; ya termine el inicio de juanjo y la vida en el monasterio. La verdad es que lleva bastante tiempo medio terminado pero esta tarde me llego la in`spiracion y lo acabo de terminar.

    Porcierto la inspiracion ha sido tu inpredecible caracter.
    Que me recuerda al de un pequeño niño con demasiadas incognitas en su vida.

    Este fragmento, no te lo pase cambiado?


    son pocos cambios, entre otras cosas, Santiago por San Juan.(aunque quiza sea mejor omitir a los caballeros y dejar a simples hombres de armas papales montados, o en el mejor de los casos a los lanza rota.

    ResponderEliminar
  2. ya leí también está parte,
    tengo ganas de que llegue a la isla y saber qué ocurrirá allí.

    un abrazo!

    ResponderEliminar
  3. Muy buena la historia. Pocas veces (al menos yo no he tenido la oportunidad) se ve por internet una narración en presente que quede bien. Enhorabuena!

    ResponderEliminar
  4. Muchísmas gracias a todos por los comentarios. Prometo no tardar demasiado en continuar...

    Besos :-P

    ResponderEliminar
  5. Odio profundamente la religion, solo me gustan los dioses de mundos imaginarios (iba a decir dioses imaginarios pero para mi todos lo son, no me gustan los que tienen seguidores).
    En fin, ceo que no voy a molestar con todo mi odio hacia la religion.
    Ando acabando examenes, no estoy este finde... ya escribire la semana que viene.
    Por un comentario tuyo propio en el tuyo otro blog deduzco que estaras en bachiller, sin especificar 1º o 2º, pero vamos, debeis de tener tu y xai unos 16 o 17 para 17 o 18.
    ¿Soy bueno deduciendo?
    ¿Me das un pin?
    La culpa es de mis amigos, que me empastillan...

    ResponderEliminar
  6. Sisi.....2 bachiller..... o tercero de eso ¿quien sabe?

    ResponderEliminar
  7. Bueno, todo podria ser pero al principio pensaba que erais mayores que yo.
    A lo sumo sereis de mi edad.

    ResponderEliminar
  8. Jajaja somos pequeños saltamontes de la vida jaja.

    ResponderEliminar
  9. asi que ahora, the blind, juegas a averiguar las edades de los bloggers... interesante... XD

    ResponderEliminar
  10. Bien, empezó bien en esta primera parte, voy por la segunda...

    ResponderEliminar
  11. Bienvenida, como siempre, y gracias de todo corazón por comentar.
    Espero que pronto esté lista ya la siguiente parte.

    ResponderEliminar