Capítulo II (Parte II)

Haïass III, Reina de las Sombras


La Sala de Audiencias está situada en el ala más apartada del castillo, en el punto más alto de la Torre Norte. Desde ella se abarcan con una simple ojeada las altas y nubosas cumbres de las Montañas del Norte, franqueando la entrada al valle que conforma la Región Oscura, el lugar que mis antepasadas eligieron para erigir el castillo.

En la sala me esperan ya las Doce Damas, de pie y con la cabeza inclinada en un mudo gesto de respeto. Recorro con la mirada aquellos doce rostros inexpresivos y serios, pertenecientes a diversas razas. Elfas, ninfas, dríades e incluso vampiresas.

Las Doce Damas fueron creadas por una bien amada reina de mi propio linaje, Haïass II, a quien debo mi nombre. A ellas pertenecen las descendientes de los linajes más altos de mi pueblo. Son diestras en el manejo de la espada y del arco, y son sagaces e inteligentes. No me gustan los hombres en su calidad de guerreros. Son ambiciosos, prepotentes, y sólo se preocupan de los bienes materiales. Por eso las Doce Damas están al mando de las doce legiones del ejército de la Mitad Oscura.

La Dama Irial se inclina ante mí.

-Habla-digo fríamente.

Ella levanta la cabeza, y se aparta los largos y oscuros cabellos que le caen sobre el rostro.

-Creemos que vuestro enemigo planea un ataque contra el Muro por la parte de la bahía, Mi Señora-dice, titubeante-Los elfos guardianes han advertido movimientos en la Torre de Vigilancia. Eissessh ruega su presencia en la Torre de Nigromancia.

Asiento.

-Dama Irial, preparad los caballos. Partiréis al anochecer: hay encargos por cumplir y necesito fieles servidores para que los cumplan.

Me vuelvo a otra de las Doce Damas, Khestra.

-Dama Khestra, alerta a los elfos y a los orcos del desfiladero. Deben reforzar el escudo de la Muralla. Tenemos poco tiempo.

Khestra se inclina ante mí y desaparece, veloz como el rayo.

Me vuelvo hacia las otras Damas, las cuales me miran con el rostro expectante, a la espera de órdenes.

-El tiempo apremia, mis queridas Damas, y no hemos de demorarnos más en nuestra verdadera misión. La guerra que pronto acontecerá no es más que un acto secundario; lo que de verdad ansiamos se encuentra en alguna parte de esta isla. Y ha de ser nuestro cuanto antes. Îltherev no ha de caer en manos enemigas. La Sangre de la Noche fue forjada por Nuestro Señor, Ressessh, y no ha de ser empuñada por nadie más que por su legítimo heredero. Espías de la Mitad Sur, al oeste de Elwhyne, dicen haber encontrado el legendario arma, por lo que pronto partiré hacia allí con el fin de encontrarla. Ahora, vuestro único deber es proteger el Muro con vuestras vidas-más de una Dama suspira, bajando la mirada-Vuestra misión es proteger vuestra tierra y vuestro pueblo. ¿Ha quedado lo suficientemente claro?

Las mujeres asienten.

-¿Sugerís que preparemos los ejércitos, Mi Señora?-inquiere Erea, una joven dríade procedente de los ríos del norte-¿Hemos de juntar a nuestras filas?

-No es una sugerencia, Erea, es una orden-respondo fríamente, taladrándola con la mirada.

-¿Qué debemos hacer, entonces?-interviene Awenor, pasándose la lengua por sus rojos labios y los afilados colmillos.

Medito un momento la respuesta antes de contestar. De repente, recordando las heladas cumbres de las Montañas del Norte, me viene una idea a la mente.

-Irial, Awenor, Neliam y Erea, vosotras partiréis hacia las montañas. Os acompañarán unos pequeños contingentes de los vuestros ejércitos. Enviaré un emisario a los Jinetes y acecharéis a las tropas del Rey por el extremo este del Muro. Irial, Awenor, ascenderéis el Monte Altair, hasta el refugio de Drackwen y le encargaréis a él y al cíclope herrero quinientas de las mejores espadas forjadas jamás con el fuego del dragón. Las repartiremos entre los Magos y los mejores capitanes. El resto de vosotras y vuestros ejércitos os repartiréis a lo largo del Muro, ocupando los Desiertos y las Praderas, así como los desfiladeros. Mantendréis vigilados los Pasos día y noche. Dudo mucho que tarden en atacar. Acataréis órdenes de un emisario elfo que enviaré a cada uno de vuestros campamentos, y seguiréis al pie de la letra todo lo que él os diga, porque su mensaje serán mis órdenes.

Un leve gesto con la mano y las Damas se ponen en pie, saliendo sigilosamente de la estancia.


***


Otra vez.

Otra vez Gildor planea un ataque. ¿Qué piensa conseguir ahora? Tres asaltos ha realizado, y de los tres ha salido perdedor. Nadie puede acceder a mi reino sin mi permiso. Todo aquel que se atreve a cruzar el Muro es ejecutado sin piedad, si no corre antes la suerte de ser despedazado por los salvajes orcos o por los misteriosos Jinetes.

Me he hecho más poderosa. He conseguido una alianza con los elfos traidores, que ahora habitan en el corazón del bosque de Serezadeh, al este. Durante la invasión de la Mitad Oscura, murieron la gran mayoría, y los que no se doblegaron bajo mi voluntad fueron torturados hasta la muerte en la Torre de Nigromancia.

Sonrío para mis adentros. Gildor no tiene nada que hacer contra mí.

3 comentarios:

  1. si!!!! me encanto...!!! vamos! no tardes!!! me atrapaste!

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  2. Gracias de todo corazón, Gittana ^^.
    Prometo que la continuación no tardará mucho en llegar.

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  3. Es la primera vez que me paso por aqui. Me ha gustado mucho hasta donde has escrito, y estoy seguro de que me seguirá gustando a medida que avance la historia ^^

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