Capítulo III (Parte II)

Gildor, Señor de los Hombres


-¡Ahora!-la voz de la Reina se alza sobre la cacofonía ininteligible de las voces de sus guerreros, que inician el ataque.

Los arqueros disparan fechas incendiadas, que únicamente pueden ser producto de la magia de una bruja.

-¡No os acobardéis!-grito-¡Es simplemente su magia!

Me alzo sobre mi montura con la espada en alto, dirigiendo el grueso del ejército hacia las tierras del Norte. Sin embargo, sus fundíbulos comienzan a lanzar piedras, y muchos de mis hombres caen aplastados. Sin previo aviso, las filas de repulsivos monstruos y fieros hombres se abalanzan sobre nosotros; apenas podemos contenerlos.

Pero mis hombres no quieren seguir luchando.

Finalmente, cuando el Sol desciende por el oeste y un manto oscuro tachonado de estrellas se extiende con rapidez sobre el cielo, acaban por rendirse ante el enemigo, o regresan sin demora al otro lado del Muro, buscando el refugio de sus hogares.

El ataque no dura apenas dos días, a pesar de que insto a mis hombres para que se animen y luchen por su pueblo y por la libertad de sus familiares. Muchos de ellos ni siquiera me reconocen como rey. Sin duda muchas familias llorarán por los fallecidos en batalla. No quedamos más que un puñado de hombres, en su mayoría elfos, y yo.

Hemos dañado el Muro; hemos descubierto su secreto. Pero ya no hay ejército con quien compartirlo, no hay ejército con el que celebrar la victoria. Un ataque más frustrado. Quizá, después de todo, sea mejor rendirse...

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